La palabra en la poesía, debe ser cruel y profunda sin carecer de celestialidad, dulce pero ácida, terca pero amable, larga y paciente, pero trunca y concisa, verdadera como la ortiga y el pétalo, resumiendo en una palabra el significado de muchas, mencionando la piadosa mentira y a la vez, la verdad, aunque cruenta.
Debe ser diáfana pero incomprensible, aceptando la paradoja entre lo mágico y lo necio, difícil de escribir, decir poco cuando quiera decir mucho, dura de comprender, apartada de lo real sin perder la verdad, que gire y cambie, y a la vez duerma sus movimientos, que exaspere el oído y dé tranquilidad para llorar y reír a la vez…
Que cada palabra dé su vida y la cobre al mismo tiempo, que enfervorice el corazón y entristezca el alma, que aprese las manos, pero libere la mente, y vuele en su delirio sin perder el conocimiento, loca pero cuerda, debe ser potenciada, en síntesis, aunque veloz, murmurar y
de a una sola verdad, en una nueva vez, y que sea rapaz e indulgente y a su tiempo leal y traidora.
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