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miércoles, 24 de junio de 2020

La generación del treinta: momento histórico en el cual se impulsó el nacionalismo puertorriqueño

          

            













           Se conceptualiza La Generación del treinta, como la  época en la cual se impulsó el nacionalismo en Puerto Rico. Surge así  un cuestionamiento entre los intelectuales acerca de  ¿Quiénes somos y para donde vamos? Partiendo de esta preocupación se inicia  el compromiso de artistas y escritores puertorriqueños, los cuales criticaron a través de sus obras situaciones sociales y tragedias ocurridas en la isla; Como lo fueron La masacre de Ponce, la Gran Depresión, huelgas de trabajadores, protestas que desencadenaron en grandes tragedias incluso la cárcel .

            La primera generación intelectual estuvo constituida por los escritores del 30, la primera generación  se formó en un nuevo ambiente y cultura tras los acontecimientos históricos de 1898, la llegada a la isla de los norteamericanos. Fueron  ellos, estos jóvenes intelectuales, quienes desarrollaron las letras al compas del arte de vanguardia.

La Generación del Treinta tuvo como figura máxima a Antonio S. Pedreira (1899-1939), quien se dio a la tarea de definir la personalidad colectiva de Puerto Rico, disgregada por las consecuencias de la intervención estadounidense en el País. Fue expositor de una prosa sobria y precisa, apoyada en el análisis de diversas facetas del vivir puertorriqueño. Consideró, también, aspectos de índole histórica como los expuestos en El año terrible del 87 (1937), incluido en su obra capital Insularismo (1934). Además, realizó estudios de carácter biográfico Hostos, ciudadano de América, 1932, ensayos de estudio literario La actualidad del jíbaro, (1935), y sobre periodismo El periodismo en Puerto Rico, (1941). Complemento de la obra que realizara Pedreira, lo fue el ensayismo de Tomás Blanco (1897-1975). Su Prontuario histórico de Puerto Rico (1935) constituirá, junto a Insularismo, la otra columna sobre la que se asentó el estudio de las esencias histórico-culturales puertorriqueñas. Entre todos los discípulos de Pedreira, es Enrique A. Laguerre (1906-2006) el mejor continuador de su maestro respecto a las preocupaciones y actitudes acerca del destino de la cultura puertorriqueña. En su labor de ensayista, se destaca Hojas libres.

La obra del ensayista Emilio S. Belaval (1903-1972) tomó cuerpo principal en trabajos como Los problemas de la cultura puertorriqueña (1935) y El teatro como vehículo de expresión de nuestra cultura (1940), recogidos en el libro Areito (1948). Por otro lado, la ensayista Concha Meléndez (1895-1983) se dedicó desde su primer libro — Amado Nervo (1926) — al estudio de diversos aspectos de las letras hispanoamericanas, tales como las obras de Pablo Neruda y Alfonso Reyes.

Compañera de labores docentes de Concha Meléndez lo fue Margot Arce de Vázquez (1904-1990), de estilo prosístico de gran sencillez y mesura. Aparte de su obra de crítica acerca de figuras literarias como Garcilaso de la Vega, Gabriela Mistral y José de Diego,  cabe señalar otras obras dedicadas al paisaje de su tierra y de otros horizontes, recogidos en Impresiones: notas puertorriqueñas (1950). Otro ensayista de gran importancia lo fue José A. Balseiro (1900-1991), estudioso de las letras hispánicas y autor de libros como El Vigía; ensayos de crítica literaria y musical. Además, se destacaron como ensayistas: Francisco Manrique Cabrera (1908-1978); María Teresa Babín (1910-1989); Augusto Malaret (1878-1967) y Rubén del Rosario (1907-1995). 
Poesía
 La lírica del treinta surge al calor de los fervores estéticos de los movimientos de vanguardia de la década de 1920. La poesía isleña logró una gran innovación caracterizada por la sencillez expresiva, la depuración formal y la inspiración neoromántica o de afirmación criolla. La generación española del 1927 contribuyó a enriquecer la poética moderna de esta generación. Luis Palés Matos (1898-1959) abrió la trayectoria de creación del verso negrista, por cuyo cauce transitaron otros poetas hispanoamericanos. Expone gran parte de este nuevo hacer en el libro Tuntún de pasa y grifería (1937), testimonio de sus preocupaciones ante la realidad del negro en el País y el Caribe. Posteriormente Palés se acogerá a temáticas de trascendencia cósmica en la búsqueda de respuestas a las eternas interrogantes del ser humano en composiciones como Puerta al tiempo en tres voces y El llamado.
Evaristo Ribera Chevremont (1936-1976) da a conocer su vasta obra en más de una veintena de poemarios publicados. Su poesía se inspira en temas metafísicos y elementos criollos. El autor compuso en verso tradicional y en verso libre. Creación (1951), libro antológico, reúne los mejores versos del poeta hasta el 1951, seguido por una Nueva antología (1966). Otra voz poética de primera magnitud en la poesía de los treinta fue Julia de Burgos (1914-1953). Es su lírica de expresión intimista y erótica. Asimismo, se revela como cantora de la patria, del paisaje, de la naturaleza y de su Río Grande de Loíza. Enfilará, además, su canto hacia la nueva realidad social, anunciando la poesía que se manifestará por los años sesenta. Por otro lado, Juan Antonio Corretjer (1908-1985) consagrará su lírica al culto de la patria, hundida sus raíces en todo cuanto constituye la realidad material y espiritual de Puerto Rico.

Narrativa
Esta generación muestra una intención de superación del tradicional Costumbrismo y del Realismo de estricto enfoque objetivo. A la par, brinda una interpretación más universalista de las personas y su suelo. La realidad que asoma en la narrativa es fundamentalmente agraria, y busca la justicia social, según se da en las obras de Rómulo Gallegos, Ciro Alegría, Jorge Icaza, Juan Bosch, etc. En el terreno del cuento, aparece Emilio S. Belaval (1903-1972) como renovador del género. Es autor de Los cuentos de la Universidad; Cuentos para fomentar el turismo y Cuentos de la Plaza Fuerte. De otra parte, en la cuentística de Tomás Blanco (1897-1975) el argumento pasa a un segundo plano, cediendo primacía a la acción psicológica, al delinear internamente  los personajes y a las reflexiones sobre la conducta humana, como ocurre en Cuentos sin ton ni son. En estos relatos, también se perfila con acusado relieve el escritor Antonio Oliver Frau (1902-1945) por sus Cuentos y leyendas del cafetal (1938).
Se destaca Enrique A. Laguerre, como el mejor novelista de la generación y mejor exponente de la novela puertorriqueña. Con su primer relato, La llamarada (1935) dejará la narrativa local de ser una mera proyección de la novela europea tradicional, incorporándose así a la novela hispanoamericana de temas telúricos. Su obra novelística se enfoca en los problemas de los campos y ciudades y en la historia de la sociedad moderna. A partir de Cauce sin río (1962) ofrece una visión analítica del estado material y moral del País.

A finales de los treinta, comenzó a manifestarse la dramaturgia moderna en Puerto Rico, en cuyo desarrollo influyeron el teatro estadounidense y europeo de posguerra. Dos figuras alcanzaron relieves sobresalientes: Manuel Méndez Ballester (1909-2002) y Emilio S. Belaval (1903-1972). El primero constituye el dramaturgo más destacado de su generación y autor de la obra Tiempo muerto. El segundo, Emilio S. Belaval, fue el autor de obras como La Hacienda de Los Cuatro Vientos (1959), considerada su mejor pieza dramática. Se debió a Emilio S.  Belaval su labor de implementar al Puerto Rico moderno de un teatro vinculado a la realidad cultural isleña y a las corrientes estéticas de mayor validez en el teatro universal.

Esta generación colocó muy en alto. la cultura puertorriqueña y desató una crítica y cuestionamiento ante las situaciones presentes durante la época. Decididos a reclamar lo justo, desataron huelgas, movimientos y manifestaciones. Algunas para determinar un bien y otras solo provocaron el caos, fue una generación fuerte y agresiva que dejó gran reflexión y conciencia en los intelectuales posteriores.
Doris Melo.

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