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jueves, 11 de junio de 2020
La novela de la dictadura en República Dominicana.
Soledad Álvarez, considera que la narrativa de los años de la dictadura, hay que
buscarla “fuera de la asfixia mortal del trujillato”. Señala que los
intelectuales dominicanos se vieron obligados a escribir, solo lo que le
complacía al régimen del dictador. “Trujillo era la presencia omnisciente y bajo
sus mordazas la literatura tuvo que negarse a si misma la función crítica y
política en esos años”. La novela de la dictadura se inscribe en el periodo
posterior a la muerte de Trujillo, a final del 1961. En ella, el intelectual
dominicano denuncia al mundo los atropellos de la dictadura durante los treinta
años de gobierno. Después de años de aislamiento cultural y político, la
República Dominicana y con ella la literatura entraron de nuevo al mundo, en un
momento histórico, en el que triunfaba la primera revolución socialista en
América. El hecho de gran importancia para los países subdesarrollados tuvo gran
trascendencia, para el país que tenía ante sí la responsabilidad de elegir entre
las distintas opciones que le presentaba el momento histórico. La literatura
para ese entonces, rechazó los moldes esteticistas y produjo una narrativa cuyo
eje central era el hombre. Los escritores dominicanos que conocieron por
experiencia propia los horrores de la dictadura trujillista son los que con más
frecuencia se acercan a los acontecimientos de esa época. Algunos de ellos están
marcados por el pasado histórico más traumatizante que ha vivido el dominicano
en la historia política y social de República Dominicana. Entre los escritores
dominicanos más destacados figuran, Carlos Esteban Deive, Pedro Peix, Marcio
Veloz Maggiolo, Efraím Castillo, y Andrés L. Mateo. La novela de la dictadura,
se caracteriza por la denuncia de los hechos que acontecieron en la República
Dominicana durante la dictadura. En ella aparece de manera prominente la figura
del dictador y otros miembros importantes de su gobierno. Como otros dictadores
de Hispanoamérica, Trujillo se erigió como dictador absoluto aprovechando el
apoyo que le brindaron las clases adineradas de la nación y las potencias
extranjeras. De acuerdo con Juan Antonio Ramos, el gobierno absolutista que
caracteriza la dictadura se distingue por un marcado interés en proyectar una
visión ante el mundo de orden y progreso, ocultándose detrás de esta farsa un
régimen totalitarista. Al igual, que otros dictadores en Hispanoamérica,
Trujillo se caracterizó por su afán en el desarrollo material y la
industrialización de la República Dominicana asumiendo un gesto paternalista
ante la nación. En la novela de la dictadura, se escribe con frecuencia acerca
de acontecimientos cotidianos de entonces. Se denuncian las torturas, los
crímenes, la corrupción el abuso de poder y las injusticias sociales. Además, en
la novela de este periodo se denuncia el silencio y la ausencia de la conciencia
colectiva capaz de impulsar al individuo más allá de sus necesidades
individuales inmediatas. Es un llamado a los hombres que componen la sociedad
dominicana a integrarse en la lucha por defender los derechos que le conciernen.
Álvarez, en un conversatorio sobre la poesía social dominicana posterior a la
dictadura celebrado en el 1978, reconoce que el regreso de los exiliados, el
triunfo de la revolución cubana, el breve gobierno de Juan Bosch y la creación
de importantes organizaciones culturales, dinamizaron el quehacer cultural y el
nivel de publicaciones en la República Dominicana en el periodo de los setenta.
El lenguaje que se utiliza en la novela de la dictadura, es un lenguaje directo
y por lo general el narrador presenta cartas y documentos que corroboran la
veracidad de las denuncias que cuenta en la ficción novelada. Se critica la
adulación al tirano, el daño ideológico que ha experimentado el pueblo
dominicano en esos treinta años, la ambivalencia y ansiedad en que se vive en
medio de la dictadura y el ambiente de la época. Los años sesenta significaron
un periodo trascendental para la cultura dominicana. Fueron muchos los
acontecimientos que tuvieron lugar en ese lapso que tiene sus inicios con el
ajusticiamiento de Trujillo en el 1960, la celebración de las elecciones en que
fue electo Juan Bosch como presidente en el 1963 y su destitución a consecuencia
del golpe de Estado militar seis meses más tarde. Resulta difícil sintetizar el
momento en que la literatura dominicana se pronuncia sin ambages ni medias
tintas por un arte comprometido con las legitimas aspiraciones populares. La
generación del sesenta nace a raíz de las jornadas de lucha contra los finales
de la tiranía de Trujillo y los sucesos que acontecen luego de derrocarse el
trujillismo. Los jóvenes escritores y artistas de esta generación formaron al
comienzo del 1962 diversos grupos como los fueron; Arte y liberación y el
Movimiento Cultural Universitario. Entre ellos se encontraban Miguel Alfonseca,
Grey Coiscou, Jeannet Miller, Asdrúbal Domínguez, Juan José Ayuso, René del
Risco y Bermúdez y otros. Constituyen los exponentes más significativos de esta
generación: Manuel Rueda, Marcio Veloz Maggiolo y Armando Almánzar. Todos ellos
llegaron del exilio político a la muerte del dictador e irrumpen en el ambiente
con las influencias del boom latinoamericano y la búsqueda de las raíces que
genera ese boom. Franklin Gutiérrez, historiador dominicano afirma, que, a raíz
del golpe de estado al gobierno de Bosch, diversos sectores revolucionarios
continuaron en una lucha interna en vías de restablecer la democracia coartada
por el gobierno militar instituido en esos años en la República Dominicana. La
represión militar desembocó en una Guerra Civil, la que se produjo en la ciudad
de Santo Domingo en el año 1965. Cuatro días más tarde el 28 de abril, se
produce la segunda intervención norteamericana. Todos estos eventos cambiaron el
pensamiento político y social dominicano con las nuevas expectativas del
restablecimiento de la constitución en el país, provocando un gran impulso que
contribuyó a la expresión artística y literaria de los intelectuales dominicanos
inmersos en esta causa revolucionaria. Los escritores jóvenes manifestaron sus
inquietudes políticas y sociales entre las que encontraban, la revisión del
discurso político y la denuncia de las atrocidades cometidas por la dictadura.
Esta manifestación se expresó a través de la poesía, el ensayo y la prosa. El
movimiento armado liderado por Francisco Caamaño en abril de 1965 y su
frustración, producto de la intervención yanqui, contribuyen al momento más
importante en las letras dominicanas del siglo XX, en que la generación del
sesenta se congregó junto con el pueblo a la lucha armada. Álvarez señala que:
“la literatura de la revolución fue una literatura de urgencia, construida bajo
el fragor de la guerra y creada con el propósito de reflejar el terrible momento
en que un pueblo decide su destino aplastado por la potencia imperialista.” Los
grupos jóvenes de la generación del sesenta integrantes de varias asociaciones
culturales al producirse la insurrección de 1965, volvieron a agruparse,
comprometiendo su talento y coraje al servicio de la revolución
constitucionalista convirtiéndose así, en el Frente de Artistas y Escritores
Constitucionalistas. Esta organización se dedicó durante la contienda bélica, a
desarrollar actividades artísticas progresistas para elevar el nivel de
conciencia de aquellos que combatían con las armas la ocupación militar
norteamericana, manteniendo en alto la moral de combate, utilizaron la pintura
mural, la representación teatral, y otros recursos. Entre los que pertenecieron
a este grupo se encuentran Miguel Alfonseca, Marcio Veloz Maggiolo, Armando
Almánzar, Andrés L. Mateo ,entre otros. La narrativa de los años setenta en
adelante es una, marcada por la guerra civil del sesenta y cinco y la tiranía.
Se robustece más, con la aparición de la agrupación cultural La Máscara a
finales de la década y la fundación de Casa de Teatro, un centro cultural que
promueve la cultura en el país hasta estos momentos. Esta nueva generación es la
más prolífica y significativa de toda la novela dominicana, en cuanto a variedad
temática y cantidad de obras que se escriben. El ámbito urbano es el espacio que
regirá la narrativa dominicana de este periodo literario. La ciudad colonial y
sus calles serán los lugares más frecuentes descritos por los narradores en sus
obras. En los años setenta podemos citar a Manuel Rueda, La bella nerudiana y
Papeles para Sara y otros relatos (1985). Pedro Peix, La narrativa yugulada
(1987) Después de la Revolución de abril de 1965, se celebraron en el país de
nuevo elecciones durante el año 1966. Joaquín Balaguer, es quien obtiene mayor
número de votos y logra alcanzar ser presidente de la República. Su gobierno se
caracterizó por la violencia, la corrupción pública, la falta de libertad de
expresión en la ciudadanía. Por otro lado, continuaron también las guerrillas de
izquierda. Es decir que continuó en el país una guerra civil en los diferentes
puntos de la Isla. Balaguer se mantuvo en el poder por un periodo de doce años.
Las elecciones del 1974 marcan el final de su gobierno. Miguel de Mena, crítico
dominicano, señala que la generación de los ochenta plantea la crisis de los
doce años del gobierno de Joaquín Balaguer. En ella se denuncia el discurso
político del gobierno. Se denuncia la corrupción gubernamental, los crímenes y
las desapariciones de figuras políticas dominicanas. Entre los intelectuales que
componen esta generación hay una preocupación por la búsqueda existencial, la
metafísica y el sentimiento de consumación del tiempo. Bruno Rosario Candelier,
afirma que durante esos años “la novela dominicana se enriqueció con valiosos
textos que se inscriben dentro de la narrativa moderna y los novelistas que
escribieron en la década de los años setenta impulsaron el desarrollo de la
nueva novela, con la experimentación formal y con la aplicación de
procedimientos modernizantes de la forma de novelar.” Entre las novelas más
significativas de esta generaciones necesario señalar a escritores como Pedro
Peix, El placer está en el último piso (1974), La loca de la plaza de los
almendros (1978) La noche de los bufones blancos (1980) y Los despojos el cóndor
(1983. Pedro Mir, Los algarrobos también sueñan (1977), Carlos Esteban Deive,
Las devastaciones (1979), Pedro Verges, Sólo cenizas hallarás (1980), Efraím
Castillo, Curriculum( el síndrome de la visa, (1982), Hirma Contreras, Facetas
(1982) y La tierra está bramada (1986) ,y Entre dos silencios (1987), Ángela
Hernández Desafío (1985) y Las mariposas no temen a los cactus (1985), Andrés L.
Mateo, La balada de Alfonsina Bairán (1986), Estos escritores componen el grupo
más significativo de la novelística de esta época. De una manera u otra estos
escritores incluyen en sus obras el tema de la dictadura y la figura del
dictador. En la literatura que corresponde a la generación de los noventa los
temas se enfocan hacia una estética basada en los sueños y el psicoanálisis. Se
percibe en ello la intención de la búsqueda interior del hombre. Entre los
escritores que corresponden a esta generación podemos citar a Martha Rivera
García ganadora del premio Internacional de Casa de Teatro con su novela He
olvidado tu nombre (1995), Geometría del vértigo (1995, Luis Santos, En el
umbral del infierno (1996), Avelino Stanley, Tiempo muerto y Catedral de la
lívido, (1998) y Carmen Imbert Brugal, Distinguida señora. (1995). La literatura
del 2000 en adelante está marcada por elementos cotidianos, sentimientos del
diario vivir, las costumbres y el lenguaje popular. Pedro A. Valdez escritor y
crítico dominicano, refiriéndose a la literatura que corresponde a este periodo,
señala que esta nueva modalidad de escritura dominicana enriquece la temática
anterior. García Romero apunta que es muy amplia la variedad de temas que entran
a formar parte de esta nueva narrativa. Entre ellos se encuentran, temas
cotidianos entretejidos con elementos eróticos y estos a su vez se mezclan con
la naturaleza y la exuberancia del paisaje erótico, como se puede observar en la
novela Callejón de las flores (1999), de Ligia Minaya Belliard en la que los
elementos de la naturaleza, lo erótico y las imágenes exuberantes se fusionan y
componen los elementos importantes de la narrativa. La estrategia de Chochueca
(2000) de Rita Indiana Hernández, también abre nuevos caminos a la literatura
actual. La crítica considera esta obra. como un arriesgado intento de la autora
por acercarse a la modernidad en la literatura, tomando como marco
socio-cultural el Santo Domingo de hoy. Sus personajes son habitantes de una
ciudad subterránea marginal. En ella están presentes, los fantasmas de la
historia, la represión de los doce años de Balaguer, la corrupción gubernamental
y la profunda desigualdad social que existe dentro del país. Por otro lado,
Pedro A. Valdés es un escritor de esta misma generación que en sus novelas
Bachata del ángel caído (1998 y El carnaval de Sodoma, (2002) nos muestra
personajes derrotados de la vida cotidiana. El autor le da voz a los individuos
que viven al margen del poder social y de los supuestos beneficios de la
globalización. Hasta aquí he dejado lo que para la literatura dominicana
estudiada desde el exterior considera como significativa. Para los años del 2002
al 2005 , cuando hice mi investigación sobre este tema para mi tesis de
maestría. Luego publicaré a partir del 2002 la literatura que se ha escrito y
sus representantes más importantes dentro de la novela en la que inserta de
alguna manera el discurso de la dictadura. Doris Melo. 2006
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