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viernes, 19 de junio de 2020

El General Rafael Leónidas Trujillo, un disoluto esperpéntico...

   

Durante los primeros años Trujillo disfrutó del absoluto control político y no se registra ningún acto de oposición contra él. Fue  a partir de 1955, año en que la dictadura celebró su 25 aniversario, con la inauguración de la “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre”, en la cual despliegan una serie de actos deslumbrantes e irracionales que le costaron al gobierno más de 50 millones de dólares. Es en ese instante, en que la situación comenzó a modificarse y se inicia un período de dificultades  que anunció la entrada en crisis de la tiranía.

Trujillo presentaba un aspecto de galán de cine, diría que  era narcisista,  más que de militar cuando quería infligir respeto o miedo. Cada vez que se requería una foto para la prensa posaba, no solo frente a una cámara fotográfica, sino frente a los demás, tanto en reuniones como en actos públicos y privados.


El aire misterioso que rodeaba a Trujillo se le añadía a su reputación de aventurero y codicioso pues se sabía como había obtenido sus galones. Entre otras; persiguiendo nacionalistas, asesinando a quienes defendían la soberanía frente al invasor yanqui que había invadido por primera vez la República por los años 20. De ahí en adelante, ganó los ascensos por medio del crimen, la intriga y el complot contra sus compañeros de armas.
Su figura imponente es el resultado de leyendas que él mismo inventó a través de retratos y fotografías, en la que aparece, con apariencia pulcra e impasible. Siempre serio más bien severo, apenas un esbozo de sonrisa enigmática, que denotaba lo falso y solapado que escondía detrás de
su persona.

 El aparentar y la mentira con Trujillo se instituyó en la República Dominicana. El tirano hizo del cuidado de su imagen una obsesión psíquica, la manera “del buen vestir” significaba vestirse como él, aparecía como un símbolo de respeto y persona ilustre.


La adulonería, el lambonismo y el lacayismo sirvieron de andamiaje para la edificación del cuerpo de calies que se extendió a todo lo largo de la República. A sus títulos de “Benefactor de la Patria Nueva”, supo impregnarles un sentido práctico, al convertirse en el Padrino ideal de todos los matrimonios y bautizos multidinarios y los matrimonios colectivos de parejas de uniones consensuales se hacían con el objetivo de que Trujillo se convirtiera en padrino y compadre cristiano y completar así su intromisión y presencia en miles de hogares dominicanos.

Muchas mujeres eran tratadas de forma humillante que hacen recordar los “derechos de pernada” feudales, que de manera sistemática, morbosa y viciosa se imponía hasta el punto de obligar a centenares de familias a adoptar una vida social marginada para sus jóvenes adolescentes y evitar así, que fueran víctimas de los requerimientos tributarias destinados al acopio de jovencitas, para complacer los caprichos de la decadente sexualidad del sátrapa, como de algunos de sus familiares y adláteres. A pesar de todo fueron muchas las mujeres que desafiaron en una u otra forma, tales acosos, asumiendo las consecuencias políticas y económicas que tal actitud conllevaba.
Los días patrios y las fiestas nacionales eran utilizados por el dictador para su beneficio. La gente de clase media y pobre tenían que pintar la fachada de sus casas a como diera lugar, resultaba ser una forma de vender la pintura de los comercios e industrias que Trujillo usufructuara.


De otra parte, los retratos del tirano, sus discursos , dedicatorias, asistencias a mítines con pase de lista, eran vendidos convirtiéndose en una obligación como las chapas, palabra que se reemplazaba por placas, pues chapa o chapita le llamaron a él, desde sus años mozos. estas venían con frases laudatorias para decorar las paredes de los hogares dominicanos. La omisión o el olvido de cualquiera de estos detalles podía ser la diferencia entre la ya triste vida cotidiana y un inspirado vuelco del destino hacia el abismo de la incertidumbre el desempleo, la coacción y hasta la muerte.

La miseria y la pobreza del menesteroso se veía como un delito común y todo aquel que no tenía alguna prestancia, apariencia, o padrino era apresado por considerársele vago y arbitrariamente se le recluía en alguno de los campos de trabajo forzado en calidad de esclavo como en el sisal en Azua y las fincas de arroz en Nagua.


Trujillo se apoderaba de las mejores tierras y haciendas particulares por medio de la compra abusiva, extorsión y asesinatos. Una de sus aficiones favoritas consistía en apropiarse del ganado del prójimo, haciéndose dueño a como diera lugar.

El incontrolable y desaforado apetito sexual de Trujillo le ganó el apodo de “El chivo”, por la alusión explícita a “macho cabrío”. En realidad, Trujillo no conocía límites, ética alguna, ni leyes de ningún tipo, en el ámbito del sexo, ni de cualquier otro tampoco.

El dictador poseía incluso a las esposas e hijas de sus colaboradores, y muchas veces con  el consentimiento de éstos, y el beneplácito de aquéllas. Tal era el grado de corrupción moral y dependencia emocional de sus partidarios hacia el Benefactor, el jefe, su Excelencia, el Generalísimo o en los últimos años de su vida reconocido como el Padre de la Patria Nueva, como era llamado en el espacio público, y en algunos casos en el privado, por sus lambones, limpia sacos colaboradores.

En relación a su familia cabe decir que la esposa de Trujillo, burlada y pisoteada frente a la sociedad por él, era reconocida en República Dominicana como La Prestante Dama, y su madre a quien Trujillo sí parecía querer. Aunque se avergonzaba de su piel haitiana y oscura, era llamada por los dominicanos La Excelsa Matrona y era tratada con sumo respeto.
En el espacio público a Trujillo se le reconocía como El Hacedor. Sus supuestos atributos formaban parte de una máscara con la cual escondía su verdadera identidad, que podría compararse a juzgar por sus espeluznantes acciones como el Príncipe de las Tinieblas.


2010

 

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