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jueves, 2 de julio de 2020

La experiencia poética desde la perspectiva erótica: en la escritura de tres poetas mujeres que trabajan el erotísmo en Puerto Rico. Julia de Burgos, Vanessa Drof y Olga Nolla.



     










    



En el quehacer poético puertorriqueño existen tres mujeres poetas que han demostrado con su poesía ser consideradas como la representación de la experiencia erótica a través de su obra. Son estas: Julia de Burgos, Vanessa Droz y Olga Nolla. Durante mis años de estudios tomé unos cursos de poesía puertorriqueña, que abarcó toda la poesía puertorriqueña y sus máximos representantes.


Tuve la dicha de tomar estos cursos con uno de los profesores especializados en literatura puertorriqueña el también poeta Felix Córdova Iturregui.  Además de una estudiante doctoral Nannette Portalatín quien ya era especializada en Julia de Burgos, pues en su tesis de maestría trabajó la poeta y luego he leído con gusto su tesis doctoral , con el propósito de enriquecer mi paladar sobre la queridísima Julia de Burgos,  para conocer un poco más y nutrirme de  si poesía.

Como bien sabemos Julia de Burgos perteneció a los poetas de los años treinta y su contexto se aleja bastante de la poeta Olga Nolla, también fallecida y de Vanessa Droz, quien continúa publicando poesía.


Existen en estas tres poetas  ciertas semejanzas  en  cuanto a su poética, Cada una de ella forma parte, de una tradición de poesía erótica femenina en Puerto Rico, creando así su propio modelo erótico.

El contexto histórico es de gran importancia, pues a pesar de las limitaciones que se imponía  en la sociedad patriarcal hacia la mujer, sus obras  denotan un sujeto femenino  liberado, que asume  el control de su cuerpo  para disfrutar de la sexualidad.
Por su parte, los poemas de Julia muestran un sujeto lírico  femenino con deseos de lograr la unidad con el sujeto amado. 

El lenguaje metafórico  que ella emplea  en sus versos , durante los años treinta y cuarenta evolucionan a partir de la década del setenta ,según se advierte en La Cicatriz a medias ( 1982 )  y Vicios de ángeles y otras pasiones privadas ( 1996),  de Vanessa Droz. En estos versos la poeta se vale de un lenguaje metafórico de mayor intensidad para referirse al acto erótico. Es un lenguaje erótico que se torna más sencillo y metafórico, como lo demuestra Dafne en el mes de mayo  de Olga Nolla. El sujeto femenino de los versos de Nolla se transforma, en una nueva  Dafne que  va tras el sujeto masculino y finalmente se transforma en Dafne.


En el  contexto  del movimiento feminista puertorriqueño, que abarca las primeras tres décadas del siglo XX y que posteriormente,  se retoma a partir de los 70s aparecen las obras poéticas de: Julia de Burgos, Vanessa Droz y Olga Nolla[1].

Las obras de estas poetas exhiben la experiencia erótica desde la perspectiva del sujeto femenino. De manera tal, que la búsqueda de la libertad y la igualdad que se  observa en sus  versos eróticos,  se corresponden con los reclamos  que el sector femenino hace a la sociedad  tradicional,  con la finalidad de liberarse.

El tipo de escritura que abordan estas poetas, permiten plantear  una tradición de poesía erótica femenina en Puerto Rico, que surge en diferentes momentos  históricos. Según Audre Lorde  en Uses of the Erotic: The Erotic as Power, señala que el erotismo es una fuente de poder y conocimiento, que le brinda a la mujer la fuerza para revelar lo íntimo. De manera que la experiencia erótica le brinda al sujeto femenino un conocimiento sobre su propio cuerpo y el cuerpo del otro.

 La voz poética  femenina comunica dicho conocimiento, porque desea ejercer el control de su cuerpo y disfrutar la sexualidad. La recurrencia de este tema en la poesía femenina  puertorriqueña  desde los años 30s  y el auge que cobra  a partir de la década del setenta, presenta, a un sujeto femenino que asume  la posición  tradicional del sujeto masculino, en cuanto a la libertad para ir en busca del otro, desearlo, emplear el tono imperativo para dirigirse a ese otro y disfrutar de su cuerpo y de la experiencia erótica.

Según Portalatín en el artículo antes mencionado, Julia de Burgos presenta un erotismo revolucionario. Burgos recrea el deseo erótico del sujeto femenino desde sus primeros poemas que   publica a partir de la década del treinta en periódicos y revistas –“Yo quiero darme a ti” (Alma Latina, febrero 1935), “Ven” (El Imparcial, 4 de diciembre de 1937), “Amante”, “Brindis (1)”, “Brindis (2)”, “Luz de amor”, “Amado” (Mester, febrero-mayo de 1969) y “El encuentro del hombre y el río” (Puerto Rico Ilustrado, agosto de 1940)–, así como en sus tres libros: Poema en veinte surcos (1938), Canción de la verdad sencilla (1939) y El mar y tú (1954).


El tema erótico que se  aprecia en su obra, se representa mediante un lenguaje metafórico en el  que incorpora la naturaleza. Los elementos del ámbito natural le sirven a la voz lírica, para describir a los sujetos enamorados, el placer que experimentan estos sujetos, pero también, para recrear el espacio del encuentro de la pareja. En gran medida, el ambiente que se describe en los versos, nos remite al Puerto Rico de las décadas del treinta y cuarenta, como también al de Cuba, lugares desde los cuales Burgos escribe sus poemas erótico-amorosos.

La unión con el sujeto amado es la finalidad del erotismo de esta voz femenina, quien desea tener acceso a ese otro y disfrutar plenamente de su sexualidad sin perderlo. Por otro lado, el tono que emplea para dirigirse al sujeto amado es enérgico e imperativo como se puede ver en la fuerza que le imprime a estos versos en su poetica:
Silénciame.
Aquiétame.
Despiértame. ¡Oh, amado! (“Ven”)


El deseo recurrente  por la unidad se puede apreciar en los poemas eróticos que figuran en el poemario En Veinte surcos. La voz lírica erotiza la naturaleza en
En otros versos del poema “Río Grande de Loiza”, sucede algo parecido, cuando la voz poética dialoga con el río Grande de Loiza, y la voz es enérgica e imperativa. La imagen acuática aparece como sujeto amado , transformado en río hombre. Mediante los verbos imperativos – alárgate, deja , enróscate, apéate, confúndete, y déjame. La voz poética le demanda al río que se entregue a ella. Pero no solo simboliza el amante ideal , también la patria que amó y por la cual luchó.


¡Río Grande de Loíza!... Alárgate en mi espíritu
y deja que mi alma se- pierda en- tus riachuelos

“y fui tuya mil veces, y en un bello romance
me despertaste el alma y me besaste el cuerpo”
.

Muy señor río mío. Río hombre. Unico hombre
que ha besado mi alma al besar en mi cuerpo”.

Entonces …¡ tómame!

Es importante recalcar, que el momento histórico  de la sociedad puertorriqueña en el cual Julia de Burgos se atrevió a escribir y hacer público  sus versos, sobre un tema prohibido para las mujeres. La experiencia amorosa de la poeta se puede describir como un erotismo revolucionario.


Luego en los años 70s las poetas de esta generación retoman su obra como ejemplo de la mujer que lucha y expresa abiertamente lo que desea mediante la escritura, A partir de entonces la poeta se expresa mediante un discurso erótico y el uso de un lenguaje directo y contundente, cuyo propósito es el de transgredir exigiendo la igualdad así como los grupos feministas.

Según Nanette Portalatin, Vanessa Droz advierte desde un diálogo intertextual , con un lenguaje metafórico de otros poetas, como; José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Palés Matos, Baudelaire entre otros . No obstante , el rigor de la palabra poética  o la intensidad metafórica que emplea la voz femenina, se presenta en el intento de nombrar al sujeto amado así como en la evocación de la experiencia sexual, la cual se torna intensa:
Las piernas duelen
Abrirlas y cerrarse
  
Su estrecha relación de carne
Entra y sale un hueso simulado
Moverse hasta el relámpago
Hasta las paredes más rojizas
Cosquillas vaginales
Supeditadas a un sabor de hombre.

A pesar que las imágenes que remiten al sexo femenino y masculino, el lenguaje que emplea esta poeta  es más atrevido que el de Burgos. Los poemas de la sección Vasos , muestran la manera en la cual las experiencias amorosas van marcando la piel del sujeto femenino con una cicatriz a medias.  Detrás de esa huella  hay un conocimiento, la historia de a experiencia vivida con el sujeto amado. La cicatriz queda incompleta porque al final  no se logra la unidad esperada; situación que se debe a la ausencia del sujeto masculino.

El erotismo y la imagen de la huella o cicatriz que deja el amor continúa en Vicios de ángeles y otras pasiones privadas ( 1996) , el segundo libro de Droz. En este libro aparece la figura del ángel como sujeto protagónico y objeto del deseo. Entre otras  ilustraciones sobre los ángeles, ángeles caídos, alas, pies, que parecen estar vinculados metafóricamente con el erotismo.
 Estos versos de Droz nos muestra que la experiencia erótica mediante  un lenguaje  que denota  el rigor del decir poético. Sin embargo, el lenguaje directo y gráfico que emplea Olga Nolla es otra manera de representar el anhelo por esta vivencia.

Olga Nolla emplea el erotismo mediante un lenguaje coloquial, recrea el tema erótico a partir de la década del 70, en algunos poemas que figuran en sus primeros libros : De lo familiar , El sombrero de plata, El ojo de la tormenta y Clave de sol. Luego de estos libros la voz poética representa la experiencia erótica como tema central, en Dafne en el mes de marzo 1989 mediante la expresión coloquial . El poemario Dafne en el mes de marzo, presenta un sujeto femenino cuyas acciones son un desafío al poder de la sociedad patriarcal, ya que propone la liberación femenina mediante el disfrute de la intimidad . Este sujeto femenino es sumamente sensual  y sigue constantemente  tras el sujeto masculino  para satisfacer sus deseos eróticos.
El propósito es disfrutar al máximo de la experiencia erótica con el otro. No hay deseo de permanencia con ese otro, solamente el goce del momento. Dicha acción muestra a un sujeto femenino que desea liberarse y hace lo opuesto al personaje mitológico de Dafne quien huye de Apolo. Desde el primer poema, el cuerpo del sujeto femenino muestra la avidez erótica. Las imágenes –llamitas, flechas, dardos– con las que describe el cuerpo tienen la intención de atraer al otro y que éste a su vez sienta la misma emoción:
... quiero
que me veas extender mis altos brazos
para lucir las llamitas pequeñitas
flechas de sangre, dardos atrevidos
que brotan de la piel de mis entrañas.
(“Dafne en el mes de marzo”)
A lo largo de las composiciones de este libro se advierte esa búsqueda desesperada por el otro y los encuentros amorosos que satisfacen la necesidad imperiosa del sujeto femenino
Los versos de “El árbol de la vida”, cuyo título remite a la imagen fálica, muestran las acciones que lleva a cabo el sujeto femenino con el objeto del deseo mediante un lenguaje directo y gráfico:
Beso tu vientre.
Entonces voy buscando los ojales.
 Desabotono a tientas y descubro
la dureza impecable de tu sexo.
Lo desnudo, lo beso, lo contemplo: Conmovida.
Emocionada.
hasta el último poema del libro, “Iba buscando un ángel”, se evoca la búsqueda del otro:
Iba descalza,
alzada por una áspera ansiedad,
buscándolo por las terrazas de los rascacielos.
En ese proceso de búsqueda, la hablante lírica reconoce que ese otro se encuentra en sí misma; es decir, asimila la experiencia y al otro. Sobre el proceso de asimilación, Luce López-Baralt indica:
El amor termina siempre apuntando al propio yo – un gran poeta enamorado no hace otra cosa que explorar el proceso de su propia psique, que siente salir de sí e ir en pos de otra criatura, criatura que, sin embargo, termina por devolverlo a sí mismo. ... Es condición obligada y resultado natural de la búsqueda del tú el terminar por encontrar el propio yo (“Melibea soy: La voz a ti debida de Pedro
Salinas como reflexión ontológica”, 567)
A nivel simbólico, el sujeto femenino, que figura en los poemas eróticos de Burgos, Droz y Nolla, representa a las mujeres quienes desde diferentes momentos históricos exigen la igualdad y deciden tomar el control de su cuerpo para disfrutar a plenitud de la sexualidad.
 Los poemas eróticos de estas tres poetas advierten la apertura hacia la experiencia íntima de un sujeto femenino que se encuentra al margen del canon literario a partir de la década del treinta en Puerto Rico. Además, sus obras exhiben la sensibilidad de la voz poética hacia su propia sexualidad y la solidaridad con la vivencia íntima de otros sujetos. Ciertamente la tradición de poesía erótica de la cual son parte estas poetas es evidente; aunque hay diferencias generacionales y de estilo, tienen un modo particular
de emplear el lenguaje para comunicar dicha experiencia, con el cual cada una crea su propio modelo erótico.
Bataille, Georges. El erotismo. 1957. 4ta ed. Barcelona: Tusquets Editores, 2005. Benítez, Alejandrina. “Balada de la prisionera”. José Carvajal, ed. Aguinaldo
Puertorriqueño. 1846. 2da. ed. San Juan: Ediciones Puerto, 2006. 170-173. Benítez, María Bibiana. “La flor y la mariposa”. Boletín Instructivo y Mercantil de
Puerto-Rico. 20 de febrero de 1841: 117.
Burgos, Julia de. “Amado:”. Mester 2.10-11 (1969): 17.
___. “Amante”. Mester 2.10-11 (1969): 16.
___. “Brindis (1)”. Mester 2.10-11 (1969): 16.
___. “Brindis (2)”. Mester 2.10-11 (1969): 16.
López-Baralt, Luce. “Melibea soy: La voz a ti debida de Pedro Salinas como reflexión ontológica”. La Torre 32 (1994): 563-599
Nolla, Olga. Dafne en el mes de marzo. San Juan: Editorial Plaza Mayor, 1989.
Paz, Octavio. El arco y la lira. 1956. México, DF.: Fondo de Cultura Económica, 1986.











[1] Nannette Portalatín. Julia de Burgos, Vanessa Drof y Olga Nolla”. Cuarto Propio No 7 mayo 2011

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