Cuando se improntan los sueños,
en un mutismo gregoriano...
salgo a pasear mis memorias inquietas
en un mutismo gregoriano...
salgo a pasear mis memorias inquietas
trocándose de luz,
tras ese olor a jazmín
que violenta cualquier sueño,
que busca en su entorno
la perfección de lo sublime,
cuando los colores de la imaginación
que busca en su entorno
la perfección de lo sublime,
cuando los colores de la imaginación
se enmarcan con artificios...
Camino lentamente descansando la mirada
en las casas antiguas
que adosan, en su estructura
parcas y orgullosas memorias.
Violentando la mirada durante el día
con su bullicio y sensualidad vacía...
y sus calientes colores caribeños
rodeadas de barrocos balcones.
Donde se descuelga el espíritu de cada Ser
con su costumbres que sobreviven
en su interior, seco por la falta de agua
o quizás floridos balcones,
cubiertos de enredaderas y helechos...
En su interior yacen eternos...
afanes, amores, desamores
fantasmas con historias
pululando en los pasillos y zaguanes.
pero la noche las convierte
en mansas paredes frías,
tristes y opacas...
en donde callan sus sombras.
Camino resuelta pisando suavemente
para no ser escuchada
hasta subir un largo trecho
para perderme en la calle San Sebastián.
Contemplo entonces
su entorno a deshoras;
basuras malolientas en las aceras,
cajas con desperdicios podridos
fétidos olores que se destilan
desechos de botellas de licores...
¡El l paso de otra noche por terminar!.
Subo, bajo por la calle Luna,
a deshoras, ya entrando la madrugada
entre esas viejas calles adoquinadas
existo en medio de ese silencio
que me convoca...
Con sus calles impregnadas de azufre.
sus colores grises, pálidos como fantasmas
y sus fétidos olores que se cuelan
entre los zaguanes de las casas
con sus ruinas desdentadas
e historias disolutas.
Viejas estructuras sin puertas ni ventanas
efluvian olores ocres desatinados
¡Es el sudor de la muerte!
Noches silenciosas
en las que deambulan cansados
hombres y mujeres sin casas,
sin familia, sin espíritu.
Arrastrando sus tiestos, sus miserias,
su mirada , un pedazo de cartón
y quizá alguna manta raída
sucia, que los acompaña a su suerte.
Con sus ruedos desprendidos,
como su alma colgándole el espíritu
que le queda pendiente de un hilo.
Son historias que intuyo como propia.
es la piel vituperada,
pisoteada y masacrada,
degradada a su destino...
¡Clarividencia, perspicacia!
no lo sé...
Doris Melo
En el libro; En ese espacio de nadie donde gravita la prudencia. ( Amazon)
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